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miércoles, 15 de junio de 2011

Escenas:



No estaban escritas en el guión, ni siquiera en la novela en que se habían basado, pero el director, obsesionado por las tetas de la actriz principal, insistía en filmar más y más escenas eróticas. Así, una conversación en el living entre la actriz y el marido en la ficción se convirtió en un dialogo mientras ella se bañaba, saliendo desnuda de la ducha y quedándose quieta durante siete segundos en una escena de cuerpo entero y cámara abierta. La película, por un capricho, una obsesión, fue cambiada. En otra escena que transcurría en una peluquería en la cual la dueña del local solo debía confesar una infidelidad del marido de la actriz principal se agregó una toma en la cual una esculpidora de uñas dejó caer esmalte sobre la camisa de la actriz principal y las dos terminaron encerradas en el baño, desnudas, mostrándose las tetas y comparando su consistencia y suavidad, envidiosas la una de la otra. Más adelante, una persecución en auto que debía concluir en la fuga de la actriz, terminó en un accidente en el cual los paramédicos debieron romperle el pulóver y liberar las tetas de la prisión de la ropa para poder reanimar con éxito a la moribunda, masajeando las tetas aún después de que la accidentada reaccionara. También se modificó el final, esto a último momento y a sugerencia de la propia actriz, quien ya compartía decisiones junto al director. La película termina con un desnudo memorable en el cual la mujer corre hacia el mar y desaparece entre las olas, cuando en realidad el guión establecía que se debía quitar la vida, vestida, dejándose caer en las vías de un tren por llegar.
La película ya no se parecía al guión original ni al texto, pero estaba terminada, para alegría de todos. Festejaron y bebieron hasta la madrugada, como suele hacerse en esos casos, y en un momento un técnico en iluminación propuso brindar por las tetas de la actriz. El drama hubiese terminado de otro modo si el propio director no hubiese levantado su copa y aceptado el brindis. Claro está que a la mañana siguiente, aún con los bríos del alcohol, el técnico fue despedido.
La posproducción fue intensa hasta que por fin llegó el día del estreno. Todos asistieron con sus mejores galas a la sala principal del complejo multicines y, sin necesidad de que el director se lo pidiera, la actriz concurrió a la función con su mejor escote, lo cual fue un anticipo de lo que sucedería después. A pesar de la ovación recibida la noche del estreno la película fue rápidamente censurada: madres de familia y asociaciones religiosas se encargaron de prohibirla. Las agrupaciones cristianas se encargaron de que no se la proyectara en ninguna sala del país. Pero, como suele suceder con la censura, la curiosidad pudo más que la prohibición y la fama de la película se extendió con rapidez. Pronto se la consideró una película de culto, valiente y legítima, innovadora y libertaria, rara y quimérica, y su éxito hizo que su distribución por el pirateo de Internet fuera incontenible. Mientras tanto el director, desengañado por el desplante de la actriz, a causa de la creciente fama de sus tetas, solo una vez habló de la película: en su propio blog el director escribió unas pocas palabras calificándola como un bodrio plagado de escenas de sexo innecesarias.

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