Es
imposible procesar tanta información, y mucho menos entenderla si sucede ahora,
justo ahora, hace un rato, anoche, afuera de casa. Lo intenté cuando el campo y
el gobierno se enfrentaron por la soja en la 125, lo escribí, y cuando leí la
crónica casera unos años después tuve que convertir lo escrito en una historia
con final de zombis para no sentirme tan estúpido. Tan. Tantas
mentiras confunden (no voy a escribir la palabra “verdad” a continuación de
mentira porque las frases con pretensiones sabinescas se murieron con la adolescencia y sólo pueden contribuir al malestar y la tristeza hoy acá en la
ciudad)
No sé cómo hace uno para dejar de ser el ombligo del mundo, cómo
hicimos para despertarnos con miedo, cómo lograron que me sienta culpable de
promocionar mi última novela porque el clima social es, como mínimo raro, y
cómo máximo inconcebible: ¿Qué carajo pasa, viejo? La gente está
loca. Muy loca. Es cierto, falta un servicio que no puede faltar (¿no?) pero de ahí a
reducirnos al salvajismo me quedo con la escena de Zoolander cuando los modelos
quieren encontrar la información secreta en la computadora y… no hace falta
más, el que la vio la entiende. Por eso, no puedo entender lo que está pasando.
O sí, y no quiero. La cercanía con los 30 años de democracia no puede ser
casual. Por eso no lo dimensiono y por tanto quiero pensar que es una boludez,
una exageración de personas que no quieren trabajar, que buscan cualquier
excusa para ir a sus casas y mirar la televisión, televisión que justo ayer se
le ocurrió abandonarnos y no informar nada de nada, como si ellos también
hubiesen tomado el ejemplo de la 125 y dejaran pasar unas cuantas horas antes
de dar algo por cierto. Lo único que hizo ayer la televisión fue, por medio de
los esporádicos locutores locales que alternaban con programas de Capitol City,
decirnos que nos quedemos todos en casa, hasta que esto pase. ¿Qué es lo que tiene que
pasar? ¿La nieve del Eternauta? ¿Una horda de gurcas sobrevivientes a Malvinas
que tras 30 años a la deriva desembarcan entre los lobos marinos listos para
destruir la ciudad y después, sólo después, proclamarla descubierta por La Corona o La Reina?
Pero
estoy intentando ser gracioso, irónico o cruel y por una vez más debería no
serlo. Los hechos (los no hechos) hasta ahora transcurrieron así desde el sábado
hasta ahora:
Fiesta
de médicos, sábado a la noche: si el techo del subsuelo del Hotel Costa Galana
se hubiese caído sobre todos hoy si que esta ciudad estaría destruida: sin
médicos ni policías. Ah, perdón, no había médicos residentes en esa fiesta,
entonces nada le hubiese pasado al sistema de salud de la ciudad. El domingo amaneció con un calor
insoportable. Vi imágenes viejas en un diario viejo de los saqueos en Córdoba.
Qué lejos queda Córdoba. Si fuera Rosario, todavía, pero Córdoba es apenas el
recuerdo de unos buenos novelistas que viven ahí. El piso del tanque de agua (de casa, no del
hotel que aglutinó médicos) se rompió. Tiene una fisura que pierde el agua potable que no pueden
consumir en otro lado y tengo miedo que los vecinos me denuncien a Greenpeace,
por suerte al municipio ni se le ocurre poner un medidor de agua en las casas, así que más que a
una efímera condena social que nunca llegará no hay nada a qué temerle. Domingo a la tarde: salí a bajar
ciruelas del árbol de la vereda, como si viviera en un pueblo, y después, bebé incluido, nos cruzamos a la plaza
donde unos tristes artesanos de rarezas no vendían nada y un grupo de vecinos
de vaya a saber dónde son hacían que sus musculosos perros buldogs saltaran hasta
tres metros de altura para morder neumáticos de bicicletas, y cuando no lo
lograban, los perros enardecidos quedaban en sus cuatro patas odiando al mundo
y al ridículo del fracaso al que los exponen sus dueños. También había un guitarrista de folclore que después
del tercer tema confesó que se le había terminado el repertorio e invitó a
cualquiera del público que se animara a continuar; a lo mejor estaba
improvisando un contrapunto, no me quedé a averiguarlo. A la noche, después de
otro empate somnífero de Boca Juniors y otro insulso de River, empezó el
problema. Lo leí en un diario digital: 0223: La policía se había acuartelado en
la Comisaría Primera. Cómo en Córdoba, la provincia más lejana, pedían aumento de un sueldo
básico paupérrimo a otro sueldo básico magnífico. Los adjetivos, lo reconozco, no son afortunados. Al
momento, en la radio dijeron que habían cerrado el Casino y lamenté tener franco y no
trabajar esa noche, es decir, lamenté no tener el derecho de no trabajar
gracias a otros. Es el gen vago, creo, que todos tenemos; creo. Del diario digital pasé a los canales
locales. Nada. Al diario local más conocido que ahora se comió al otro diario
que ya no será conocido. Nada de nada. En las radios on-line. Nada. Zapping
rabioso por canales de Buenos aires. Me iluminé: facebook me daría las respuestas.
Confusas. Muy confusas. Leí a gente que escribió sobre un saqueo en un supermercado inexistente, o nombró calles paralelas, todos burlándose de los que ávidos que buscábamos información cual Conde Vladimir buscando sangre después de siglos bajo tierra. Leí a un
marplatense preguntarle a un periodista en Buenos Aires por lo que pasaba en
Mar del Plata y el periodista se excusó, diciendo que si alguien en Mar del
Plata no sabía, cómo un habitante de Holy Capitol City podía saberlo. En ese
momento alguien ofreció un número de teléfono donde llamar y denunciar si
alguien nos invitaba a participar de un saqueo y al mismo tiempo alguien subió
un link para que pudiéramos escuchar la radio de la policía. Sí, la radio policial. Show del fútbol
mediante, tanque de agua goteando, hijo llorando, me dormí (poco) con la
sensación de encontrar la ciudad devastada. Algo pasó, sí. Hoy lunes lo vi por
televisión. Los saqueos de siempre. Entré al diccionario de la RAE, esperando
hacerme el inteligente y decir que no se pueden definir por saqueos, sino como
robos. No soy inteligente, son saqueos por definición. Pero no fueron muchos, a los espontáneos me refiero. Hoy a la mañana fui hasta la periferia a rendir el examen de manejo. Ahí me
enteré que no había bancos. En el camino mi viejo me llamó para decirme que no
saliera de casa. Los viejos, pensé, pienso, se asustan mucho por la televisión
(y eso que esta vez la televisión no informó casi nada, amante traicionera) y
tratan de asustar a sus hijos y nietos por inercia, y por la maldad inherente
de los viejos. Si a alguien le interesa: no pude rendir el examen porque el
auto tiene los vidrios polarizados y eso no lo permite la ley. O sea, que en este país se
habilitan negocios que polarizan vidrios ilegalmente, o sea que los gobernantes
habilitan negocios ilegales y les permiten que trabajen, o sea que ahora tengo
que sacarle el polarizado a los vidrios. Y pagar, claro, porque todo es
cuestión de guita. Todo. El paro de policías, el trabajo en el Casino, los
servicios, el agua que pierde mi tanque, el polarizado. Por guita bailamos,
somos monos y por guita no nos molestan ni las pulgas ni el dueño del circo que nos manosee la cría. Así que sin licencia, llamamos para que arreglaran el
tanque pero nunca nos contestaron por miedo. Ahí empezó el miedo. No había
gente en los consultorios, como en la época de la mortal epidemia de la gripe
del 2009. No había supermercados abiertos por recomendación del intendente.
Otra vez no abrió el Casino, pero la médica de turno se quedó adentro y me dijo
que estaba armada para matar a los saqueadores, lista para dispararles en la cabeza como
si fuera un episodio más de The walking dead.
La gente enloqueció y corrió a comprar nafta y cigarrillos. Mientras tanto, más saqueos de cerveza, electrodomésticos y zapatillas. Altas llantas para extraterrestres. Los colegios llamaron
a los padres para expulsar a los chicos del colegio a sus casas. Un amigo, asustado, me llamó y calificó de muy
grave la situación porque suspendió su partido tradicional de fútbol nocturno. Entre en el maravilloso mundo del facebook: alguien
escribió que el pueblo avala con su silencio cómplice. Alguien escribió que sin
robos ni saqueos la protesta perdería fuerza. Yo agrego que sería terrible darnos cuenta que
somos tan educados y correctos que no necesitamos a la policía, sería
terriblemente hermoso. La verdad no es hermosa. Hay quien publicó un recibo de sueldo bajísimo de policía. Hay quien publicó que todos odiamos a los policías, salvo
los familiares que saben que son héroes. Il famoso Corvino posteó palabras de
guionistas puestas en la boca de Lisa Simpson: La policía es una fuerza que
mantiene el status quo de la élite acomodada. Alguien escribió que los chorros
organizados no dan abasto para saquear la ciudad y piden refuerzos. Mientras
tanto, agrego, el batman decepcionado de Nolan abandona Gotham y paran los colectivos y los
taxis. Le pregunté a un amigo que tiene relación con las Ferias Comunitarias y
me dijo que se estaban defendiendo a los tiros (y no contra zombis) en las
ferias de Garay y 180, 39 y Juramento y la de Peralta Ramos y Hernandarias. Alguien
escribió que tiene hambre y está cerrado el supermercado chino: tengo hambre y
yo sin chino, escribió textual. Alguien se preguntó por qué no salen ahora los caceroleros a pedir más seguridad. Un comerciante, en la televisión, dijo que lo saquearon
anoche, toda la bodega y que esta noche se va a quedar, y enseñó un revólver
que sacó de la cintura, enganchado entre el elástico de un pantalón de jogging y una panza gorda y blanca. Un bar anunció que por “motivos que todos conocemos”
no abrirá sus puertas hoy. Yo no conozco los motivos, juro que no. ¿Los del bar
saben quiénes quieren desestabilizar al gobierno? ¿Son capaces de afirmarlo,
porque lo saben, si alguien se los pregunta? Alguien, iluso mío, pidió coherencia: nunca más ver a un milico reprimiendo una protesta social. Alguien anunció que no hay arreglo. Que hay. Que no. Finalmente, ahora que vienen a salvarnos 150 gendarmes desde Bahía Blanca, alguien anuncia que se levantó el acuartelamiento. Siento alivio y bronca. Espero
que los recolectores de basura trabajen hoy, porque ¿quién carajo va a querer
saquear hoy un camión de basura teniendo todo el Centro a su disposición? Ahora,
aunque parezca un chiste, algunos creyeron que decretaría toque de queda desde las 20 horas. ¿Pero quién
carajo iba a patrullar durante el toque de queda si la policía estaba de paro?
Puede parecer ciencia ficción, o una crónica grotesca, pero esto , o algo parecido, pasó hoy en Mar del
Plata, y esto me obliga, por un rato, a dejar de mirarme la pelusa del ombligo,
a dejar de hacerle a mis amigos escritores la estúpida invitación en joda de ir
a saquear una librería, a dejar de promocionar mi última novela y escribir esto
para hacerle menos real y bastante ficción. Porque así son las palabras. Puras
mentiras. Mañana, si todo está bien, volveremos al autobombo y a felicitarnos entre escritores por las pelusas que guardamos en el ombligo de nuestra inspiración.
Me gustó mucho, es genial. Te mando un abrazo. Gastón Sequeira.
ResponderEliminarMe encanto! Me gusta lo que decís y como lo decís!
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