Los casquivanos
Novela de Nicolás Hochman
Nicolás Hochman me invitó a presentar su novela en la feria
del libro de Mar del Plata. Acepté, y la lectura no me defraudó. Desde el primer capítulo, Karl abre la
historia cuando encuentra un bolso lleno de guita abandonado en la calle y siente
(tiene y gana) más miedo que felicidad. El personaje siempre deseó encontrar
dinero y hacerse rico de un momento a otro y sin esfuerzo. El deseo de toda
clase media. Y ante la posibilidad de su sueño, sufre. Paranoico, quizás por el
vecino que lo vigila, quizás por la mina que tiene y no tiene, por los amigos
que no son tan amigos, ese bolso de dinero es su perdición. Así arranca esa
novela, pero no trata del bolso ni de qué hacer con la guita. La historia
central gira alrededor del choque de los trenes de la alegría que recorren Mar
del Plata durante el verano y el invierno, y de sus pasajeros y sus animadores
disfrazados de Hombre Araña y Bob Esponja, entre otros.
La novela cuenta una de esas historias en la cuales
el lector quiere (debe) estar a la altura del escritor, del hacedor que maneja
la telaraña. Uno quiere ser tan inteligente como el escritor sin ser tan
desgraciado como sus personajes. Hochman es el Dios absoluto de sus personajes,
un Dios con mayúscula del que descreeríamos, del que renegaríamos pero no
podríamos escapar. Si los hermanos Wachowski hubiesen leído esta novela se
hubiesen ahorrado filmar Cloud Atlas y recorrer 2000 años de historia para
explicar las consecuencias de nuestros actos sobre otros.
No soy periodista ni presentador, pero cuando
terminé de leer me dieron ganas de hacerle preguntas al autor. Las escribí y se
las envíe. Acá están las respuestas, que son una invitación para leer Los
casquivanos
Pregunta: Lo
primero que hice fue buscar la palabra casquivanos en el diccionario. Siguiendo
tu recorrido, desde una revista, hasta esta novela es una palabra recurrente:
¿fetiche, cábala o identificación?
Nicolás
Hochman: Es una palabra que me gusta mucho. Primero apareció en la novela,
después en mi blog, después en la revista. Cuando abrí Casquivana dudé mucho acerca del nombre y terminé poniéndoselo
porque pensé que la novela no se iba a publicar jamás. Cuando me ofrecieron
publicarla, la duda otra vez. Estuve meses tratando de buscarle un nombre
diferente, pero era más fuerte que yo. Si la hubiera llamado “El trencito de la
alegría” la hubiera pensado como “Los Casquivanos”. Dejarlo así fue un
ejercicio de resignación, de aceptar que había tomado una decisión y tenía que
hacerme cargo de la repetición que aparecía una y otra vez.
Pregunta: Es una
novela que me dio está sensación: me gustaría que en esta charla todos hubiesen
leído la novela (a lo mejor es así) porque dan muchas ganas de discutir,
comentar y analizar la estructura, los personajes y el desarrollo del tiempo en
la novela. Siempre es difícil discutir sobre algo perfecto que otros desconocen
(no es difícil, supongo, lo hacemos a diario) Lo que puedo revelar y preguntar
es por qué elegiste a Mar del Plata cómo escenario de la novela. Y también
puedo decirte que te diste el gusto que muchos escritores locales quieren
darse: una escena memorable con los barcos de paseo de la plaza colón, el tren
de la alegría, el olitas, un símbolo hermoso y decadente que identifica a esa
parte de la ciudad tanto como el casino o los devaluados lobos marinos.
Nicolás
Hochman: Lo que me resulta muy curioso de esto, y es algo que pensé hace poco,
con el texto ya cerrado, es que no aparecen ni una sola vez la costa, el mar,
la playa. Yo le tuve mucha bronca a Mar del Plata durante muchos años, y me
parece que el momento en que empecé a quererla un poco más fue cuando ya sabía
que me volvía a vivir a Capital, que me estaba perdiendo el paisaje del mar.
Creo que ese duelo aparece en la novela como una omisión. Es un paisaje tan
importante, tan característico de la ciudad, que no nombrarlo es más fuerte que
hacerlo. Pero no fue consciente.
Pregunta: La
novela es una sucesión de escenas y personajes que cruzan sus vidas en un
momento en particular. Pero, a diferencia de la tentación en que caen muchos
autores, esos cruces no cambian el significado de la escena principal, la
complementan explicando de donde viene cada personaje, cada historia del por
qué, que explica lo que somos y cómo llegamos a serlo. Si tenés ganas de hablar
de la “cocina” del escritor, ¿pensaste en esta estructura desde el principio?
Nicolás
Hochman: Empecé a escribir la novela empapado de “El cuarto de Alejandría”, de
Lawrence Durrell. La había leído un par de años antes y no me podía sacar de la
cabeza que era eso lo que quería hacer: contar una historia en perspectiva. Me
parece que ahí hay una ética de la literatura, un código con el lector donde
uno dice “Bueno, ok, mirá, esto es así: yo puedo contarte la historia de una
manera y que vos compres, me creas, y cierres el libro conforme por haber
enfrentado una historia que cierra en sí misma. O no. Te puedo contar una
historia varias veces, desde diferentes lugares, para que, como en la vida
misma, nada cierre”. Yo creo que ahí hay algo interesante, o por lo menos algo
en lo que a mí me interesa seguir profundizando. Las cosas significan lo que
significan, hasta que alguien se apropia de eso, o aparece un efecto de
“teléfono descompuesto”. La intención nunca fue dar un giro intempestivo al
asunto, hacerle creer al lector que las cosas iban por un lado cuando al final
aparece un personaje que te cambia todo eso. No. Más bien es ir aportando miradas
y acciones que se condicionan mutuatente, retrospectivamente. Si hay algo que
no hace “Los Casquivanos” es cerrar la historia. Algunos lectores me putean por
eso, así como yo puteo cuando agarro un libro que es perfecto, en el que no hay
puntos de fuga.
Pregunta: Algo que
siempre intriga a los lectores: los nombres de los personajes. ¿Por qué? Cómo
elegiste (si son un homenaje) cuáles descartaste. Y otra curiosidad, varios
personajes menores se llaman Roberto (El Roberto de Berenice es tan patético
que escribe sin puntos acentos y errores de ortografía; hay un Roberto
secretario de Dariusz; Hay un Roberto que fue el primer amor de Karin y un
Bobby que fue el segundo. Hay dos Robertos Casquivanos, el hombre araña y
Shrek) Hay una Roberta gitana que le lee la mano a Orlando.
Nicolás
Hochman: En mi novela anterior, los personajes eran anagramas que simbolizaban
otras cosas. O sea: el anagrama era en parte la clave para descubrir cosas que
ese personaje hace pero no se explicita. Es un recurso muy lindo, pero si no
viene con una guía de lectura o uno se llama James Joyce, nadie se pone a
bucear ahí y entonces el único piola es el autor. La búsqueda de nombres
extranjeros en “Los Casquivanos” busca como efecto cierto desconcierto, cierta
molestia, cierto querer hacer que el lector se extranjerice ahí adentro, entre
tanta acción cotidiana. Por el contrario están los Robertos, que son todos los
personajes secundarios sin los cuales la novela (la vida) se desarrollaría
exactamente igual, sean quienes sean, se llamen como se llamen.
Pregunta: En la
lectura de tu obra, como un remedio que hay que administrar cada tantas horas,
se van filtrando nombres de escritores. Imagino que muchos de los que mencionas
fueron tus influencias (Norma Mailer, Gombrowicz, etc.) y otros no: ¿Querés
contarnos qué lecturas te formaron como escritor?
Nicolás
Hochman: Gombrowicz sí, claramente. Arrancó como algo estrictamente académico y
se fue extendiendo como una gangrena por el resto de mi vida. Y estoy contento
y agradecido. Kundera y Durrell son indudablemente mis referencias principales.
Otros de afuera que marcaron mi escritura los últimos años fueron Schlink,
Márai, Claudel, Víctor Hugo, Fabio Morábito, Binet, Chandler, Nicole Krauss,
Barnes, Roth. De por acá, Cortázar, Soriano, Coler, Olguín, Kohan, Llinás y
Marcelo Figueras. “La batalla del calentamiento” fue el otro texto que influyó
absolutamente la escritura de este libro. Además hay algo del panorama de la
literatura en Buenos Aires que me forma y deforma todo el tiempo. Entre Alejandría, Casquivana, Lamujerdemivida,
el Premio Itaú y otros ciclos, termino teniendo un panorama bastante amplio (y
siempre incompleto) de qué está pasando con las letras por acá, lo que quieras
o no te marca.
Pregunta. El
personaje siempre deseó encontrar dinero, ganarlo. Hacerse rico de un momento a
otro y sin esfuerzo. El deseo de toda clase media. Y ante la posibilidad de su
sueño, sufre. El sexo, la maternidad, la
trampa de los hijos (como a veces reniega la clase media) y la maravilla
de ser padres (como siempre claudica la clase media) y también el comentario
sobre las vacaciones. ¿Coincidís que es una crítica y justa observación de la
clase media actual?
Nicolás
Hochman: La novela es absolutamente crítica. Más que de la clase media la pensé
como algo más general, de la condición humana. Quería hablar de la decadencia
de nosotros, la gente, de nuestra neurosis, de la soledad, del amor, de la
paternidad, del deseo, de la muerte, todos temas importantísimos, pero que se
atraviesan por lo banal del día a día. Gombrowicz decía que toda la filosofía y
los grandes pensamientos del mundo se ven condicionados por un dolor de muelas,
y un poco eso es lo que quería contar. Toda esa gente que aparece ahí está sola
y le pasan cosas graves, hermosas, trascendentales, y a la vez no pueden
salirse de la locura cotidiana que les deforma la mirada, la percepción, el
hacer. Podría pensarse que es un mal de época en Argentina, pero sospecho que
es algo mucho más estructural que va más allá de la coyuntura, del
tiempo-espacio.
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