Crónica de la creación del mundo /segunda entrega/
Dejaron de estar solos. Sin hablar, se agruparon. Se
reconocieron semejantes de tanto ver sus reflejos en el agua porque les encanta estar
dentro del estanque. Primero pasaban horas enteras adentro del agua, sin
mirarse, concentrados sólo en arrugar la piel de sus cuerpos. Creo entender que
el cambio de apariencia les da placer. Les gusta verse distintos. Esto me hace
querer darles un nuevo regalo: el don de envejecer. Porque así lo quieren, se
arrugaran hasta casi perder sus formas y luego morirán, convirtiéndose en
huesos y polvo. Si así lo desean, así lo tendrán.
Me preguntó si los
habré creado de esta manera porque es la apariencia que más me gustaría tener; acaso sea esta forma de materia limitada la interpretación de mí ser que hago
durante la soledad de mis sueños.
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