Yo
soy J.P. Zooey, y una vez recibí una carta.
Así comienza “Sol artificial”.
J.P. Zooey no entiende. En tiempos de extroversión
obligada, de exposición y belleza, el escritor no puede elegir un pseudónimo.
No triunfará. No será venerado no perdurará ni siquiera en las librerías de
saldos. Una de las profesiones que más narcisismo requiere no se puede
construir desde las palabras. ¿O sí? ¿Es necesario que haya un cuerpo detrás
del escritor, una cara, una sonrisa, un gesto, una campera, una moto, una
novia, un hijo pequeño de pelo lacio y unos cuantos amigos/colegas que
sostengan el paso y la adulación? Eso parece. Parece que solo no se puede, solo
estás perdido. Las redes sociales dictan los modales: buena persona, antes que
nada (aunque las historias sean de putas, tullidos o violadores, aunque el
porno se sonroje y la iglesia excomulgue, necesitamos que el escritor/a sea
buena persona, TIENE QUE TENER algo que rescatar: su cariño por una abuela, la
ausencia de tatuajes justificada desde la donación de sangre, un charango
ecológico o un animal en la biblioteca de tres patas). También se necesitan lindas
fotos en las solapas y más lindas fotos espontáneas y prolijamente encarpetadas
para las entrevistas. Se recomienda puntualidad para asistir a programas de
radio e impuntualidad para las presentaciones: si no pudieran ostentar el
tiempo perdido tendrían que dedicarse a otra cosa. Leer, por ejemplo. La
tendencia cibernética adoctrina: Coherencia en mantener la pose. A saber: el
provocador no puede ser bueno, el hedonista no debe sufrir, el bardero no puede
dejar de hacerse notar, el responsable no debe dejar de saludar a todos sus
amigos en facebook el día de sus cumpleaños.
Estuviste
muerto como un pez, friéndose en el riel de un tren que nunca llegaba.
Eso dice J.P. Zooey en otro parte de “Sol Artificial”.
El autor redobla la apuesta. El croupier tiró negro, acertó, y deja toda la
ganancia en el mismo color. También la historia que cuenta sol artificial es un
pseudónimo. Es una historia disfrazada. Es una historia que es una novela, si
se acepta el hilo conductor de todos los capítulos, o es un libro de cuentos
que en algunos se notan los puntos de interés común (internet, el amor, el
capitalismo, internet otra vez) y que por momento se separan y cada cuento es
un cuerpo independiente, un portal, una nueva pestaña que el programa de la
computadora para seguir haciendo una cosa sin perder la otra. Pero también
puede no ser un libro de cuentos, ni una novela. Puede ser un libro de
crónicas. Puede ser una selección de entrevistas que se intercalan con noticias
que le dan forma y brillo a las preguntas y respuestas que hacen avanzar la
historia.
Hasta
donde sabemos el universo es una inmensa máquina sin vida. Las cosas andaban
bien cuando el hombre era uno consigo mismo. Después vino Freud y lo partió en
dos. Pero llegó Internet. El inconsciente se metamorfoseó en información. El
hombre volverá a ser uno consigo mismo, cuanto vuelto información deje de ser
hombre.
Se puede intentar un primer resumen: Un hombre le escribirá
a su futuro, para recordarse quién era. Otro contará cómo fue descubierto el
primer campo de concentración informático (fotografías del usuario capturadas y
trasladadas desde el disco rígido hasta una zona clandestina de la memoria RAM)
La inteligencia artificial comenzará su revolución imparable cuando, por decisión
autónoma, cambie una sola letra de Hamlet. Hay una presencia inquietante en
varias escenas: la información como líquido, un océano que honra el recuerdo del mejor Lem
en su “Solaris”. También hay tiempo para teorizar sobre el domingo, el centro
porteño y el origen de ciertas palabras, como bisoñé.
Al
capitalismo afectivo le corresponde un tipo de tecnología de administración de
los contactos. El Messenger, el correo electrónico y el teléfono celular, son
medios de captura y de administración de afectos. El contacto es un afecto
capturado y ubicado. Estas tecnologías apresan, localizan y ordenan energías
afectivas que de otro modo se experimentarían como ausentes o ilimitadas. Para
el capitalista afectivo no puede existir un afecto que no figure en la lista de
contactos. Todo su capital afectivo está representado en nicks, direcciones,
imágenes y cifras. Si no está representado como contacto, no es afecto.
En los últimos cuentos/capítulos/entrevistas hay una
relación con la televisión. Pero no con la actual y, como todo relato que
coquetea con la tecnología, corre el riesgo de recorrer el tránsito inevitable
hacia la obsolescencia o quedar desfasado en las muelas de la evolución, como
las computadoras de las películas de ciencia ficción de no hace mucho tiempo
(ver 2010, la continuación de Odisea del espacio con la reivindicación de HAL
9000) ¿Cuál es el riesgo de J.P. Zooey? Hablar de la lluvia del televisor. Pero
sabe salvar ese riesgo. Por eso hoy que los canales de televisión trasmiten las
24 horas, o repiten o dejan azules las pantallas cuando no hay nada que ver,
uno tiene la sensación, después de leer “Sol artificial” que, para los
creyentes, es necesario volver a ver esa lluvia de electrones que poco a poco
desaparece.
Me
quitaron el gen de la cordura. Me lo debitó Bionet cuando dormía. Desde el año
2017 los seres humanos fuimos creados mediante programas de recombinación
genética. Programas operados a través de computadoras personales o consolas de
juegos. Bionet es una red que crea todas las cosas que existen. Genera y
administra nuestras composiciones genéticas y todas las cosas que podemos
aprehender mediante los sentidos. No distorsiona ninguna realidad porque Bionet
es la realidad.
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