Aconsejan corregir. Dicen que la corrección es una
parte clave de la escritura. Que es un arte difícil de dominar: el
exceso quita el alma, la falta demuestra pereza. Leopoldo Puente afirma que el Blog
elimina toda posibilidad de corrección y también acorta la distancia: es
visceral y cercano, es inmediato y casi no debería tener edición. Ahora parece
en desuso y Leopoldo Puente debería suponer que es por dos vías de comunicación
casi instantáneas: Twitter y Facebook, la ausencia de reflexión, la liberación
del impulso hacen de la proliferación una abundancia que aleja de la lectura. Grandes
escritores aconsejan corregir hasta el agotamiento, también hay otros que dicen
no hacerlo jamás: no tocar el texto bruto y deforme, modificar el origen es
robarle el sentido original. Es cierto que en un momento la corrección se
termina, que la conexión con las palabras es tal que se las deja de leer, están,
equívocas, ilustres, confundidas y ya no se leen. Se pasan de largo como una
ensoñación en colectivo nos hace bajarnos dos cuadras después. ¿A qué viene
todo esto? En la corrección apareció una frase que no estará en la versión
final pero que merece algo más que el olvido, una frase hueca, vacía,
imperfecta, pero que genera la imposibilidad de pensamiento, atora la imagen,
obligo a repensarla desde la corrección pero siempre estuvo ahí, sosteniéndose en
su diferencia y ahora debemos amputarla, quitarle uno de los dos “no” para que
tenga sentido. La frase es ingenua, ni siquiera debería motivar esta disertación
sin sentido ni corrección. Dice: “No parece no sorprenderse”. Por favor, tachar
el “no” que corresponda.
"No parece sorprenderse" no es lo mismo que "Parece no sorprenderse". Y en este caso la doble negación no equivale a al anulamiento de ambos "no", porque vos no querés decir "Parece sorprenderse". Si que quisiste decir es "No parece no sorprenderse", lo dejaría, aunque admito que suena raro.
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