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martes, 31 de marzo de 2015

Pepita La Pistolera



Recta final de la reconstrucción parcial e inverosímil de Pepita La Pistolera. Debo confesar el uso y abuso de las crónicas escritas por Alarcón, Del río y muchos otros. Borré. Corregí. Inventé y traté de ser imparcial. Crecí en el puerto, donde ella vivió. Pasé mil veces frente al bar 444 para ir al Cine Normandie y nunca asocié ese pool con ella (incluso temo que mi memoria falle y haya unificado dos hechos que sucedieron en distinta época) pero ese descubrimiento me llevó a preguntar a los que me rodean si sabían algo sobre ella. Y descubrí que Margarita Di Tulio estuvo en todas partes.
Un colega médico me contó que atendió en el hospital Interzonal a uno de sus hijos (fallecido) y que ella quería pagarle la operación que otro médico iba a realizarle en un sanatorio privado sacando la plata de su ropa interior y en medio de la sala. Una enfermera llamó a su hermana mayor, quién resultó haber sido compañera en la escuela primaria de Pepita. Tiene el mejor de los recuerdos de ella como compañera en la Escuela N°12. Sólo una vez más la volvió a ver, cuando tenían 17 años. El amigo Sebastián Chacón, conductor de radio, me contó que en su época de playero en una estación de servicio, todas las madrugadas llegaba Pepita a desayunar y leer el diario. El jefe de enfermeros del HPC, donde Margarita Di Tulio murió, no recuerda nada de los tres meses que ella estuvo internada. Mi viejo, que tuvo 20 años una zapatería en el corazón del puerto, tampoco, aunque me sirvió para recordar las épocas en que el Circo Rodas sacaba a pasear a su elefante por las calles del puerto para promocionar sus espectáculos y las procesiones desde la Iglesia La Sagrada Familia hasta las banquina de los pescadores. La confesión más interesante me la hizo Juan Carrá. Su libro a escribir es la historia de esta mujer. Se entrevistó con uno de los hijos y desistió de la idea ante la exigencia de una suma considerable de dinero por información y autorización. Pero no solo sabe esto Carrá. También sabe que uno de sus sobrinos estuvo en el Gran Hermano. Ese ojo de Orwell que se hizo producto televisivo y donde Margarita, y sus extensiones, no podían dejar de estar. Acá el link para ver a su sobrino en Gran Hermano


NOTA: Este material de lectura descartado fue parte de la búsqueda para escribir una necrológica de Pepita La Pistolera a leerse en el Festival Filba 2015 en Mar del Plata. El resto del material aquí no publicado se leerá en la presentación el viernes el viernes 10 de abril a las 22:30 en el Residencial Mundo Dios. Aquí el programa de esa noche

jueves, 12 de marzo de 2015


Profanaciones

Giorgio Agamben


Es en la angelología iraní donde Genius encuentra su más límpida, inaudita formulación. Según esta doctrina, el nacimiento de todo hombre es presidido por un ángel llamado Daena, que tiene la forma de una bellísima niña. La Daena es el arquetipo celeste a cuya semejanza el individuo ha sido creado y, al mismo tiempo, el mudo testigo que nos acecha y nos acompaña en cada instante de nuestra vida. No obstante, el rostro del ángel no permanece idéntico a lo largo del tiempo, sino que, como el retrato de Dorian Gray, se transforma imperceptiblemente con cada gesto que hacemos. con cada palabra, con cada pensamiento. Así, en el momento de la muerte el alma ve a su ángel venir a su encuentro transformado según la conducta que haya tenido a lo largo de su vida, en una criatura todavía más bella o en un demonio horrendo, que le susurra: "Yo soy tu Daena, aquella que tus pensamientos, tus palabras y tus actos han formado". Con una inversión vertiginosa, nuestra vida plasma y diseña el arquetipo a cuya imagen hemos sido creados.