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sábado, 29 de diciembre de 2012




El espejo




Él sabe que es suma de vacíos la soledad, y sabe que por usar su santo nombre en vano sufre las afonías, los abandonos y la postración que la soledad le trae en su eterno (loop 2.0) retorno.



Él no sabe que no hace falta decirlo, pero sí sabe que hace falta ser redundante: no es cruel el espejo por la imagen que devuelve, es cruel por su silencio estático. 


Él sabe que mirar su imagen en el espejo es suficiente para invitar a las viejas sombras a comer los desperdicios de la cena de fin de año. Y también sabe que las sombras querrán bailar la cumbia de los amores despreciados mientras los familiares se suben a sus autos entre las doce y media de la noche del nuevo año y los últimos cohetes que espantan las estrellas.

Pero, por no ser el primero en verse, Él sabe que tiene más miedo y en su certeza de sombras recorta medias de lana, arma títeres, compra flores en la noche, se detiene hipnotizado en los semáforos, junta perros y botellas vacías, lleva a casa los que salen de la guardia y, cuando se sabe ahogado por la inminencia del amanecer, deja todo y corre a su casa, abre la puerta, tropieza con los muebles y camina hacia el baño y enciende la luz esperando, entre fantasmas que se empujan, el turno de mirar y encontrarse en el espejo.





viernes, 21 de diciembre de 2012



En El Ópera. Callao esquina Corrientes. El bebé Félix está dormido en su canasta-huevo, ajeno al mundo que lo rodea. Su madre me regala un libro ladrillo que Jonathan Franzen llamó Libertad y que sólo mi orgullo me hará terminar de leerlo. El bebé Agustín, a diferencia de Félix, no sé si duerme, pero sí sé crece en la panza de su madre. El obstetra dice que pesa 360 gramos, algo así como un pote de Mendicrim. Desde que el médico dijo el peso, tengo miedo (o ganas) de llegar a casa, abrir la heladera y levantar el queso untable para ver qué se siente. Ya habrá tiempo, por ahora sobra ansiedad. 

El Ópera revienta de gente, el grupo Alejandría se mezcla con los ganadores del concurso de premios Itaú y Ricardo de Gárgola se va a una presentación acá nomás. Mucha gente habla. Hay poco mozos. Lili pide un agua sin gas, Soledad una Coca Cola, Lalo una Coca Light y yo una Coca Zero. Somos gente rara. Hacemos un pedido raro. El mozo vuelve con todo, salvo mi Zero. Trajo dos Light.  Lo detengo antes de verlo destapar la mía. Le digo que pedí Zero. Me mira, ruega y exige que no lo haga caminar de más por una gaseosa que tiene el mismo sabor o no, ni siquiera eso importa, ni el sabor ni las obsesivas calorías que enferman este mundo gordo y frívolo. Lo hago caminar de más. El cliente tiene razón. Lalo traduce el odio en la mirada del mozo. La Zero es la Coca Light del hétero, dice.



martes, 18 de diciembre de 2012



Una noche en las librerías: De las reglas de Burroughs a Piazzolla


Estación de subte Ángel Gallardo. Bajo. Un calor insoportable. Un pánico escénico tan insoportable como irritante. La presentación de la novela es a las 20. El teléfono marca 19:30. Viene el subte. El asiento del vagón tiene olor a mil cosas. Un nene muy chiquito hace  malabares en el medio del vagón. Una nena muy chiquita estira la mano y cuando alguien se la toca le da un beso en la mejilla. Los primeros caen, los siguientes no quieren veces. Después viene el pedido, por los malabares o por el beso. El nene se va con unas monedas. La nena tiene mejor suerte. Un hombre de mi edad le dio un bollo de billetes de 2 pesos. La nena se sorprendió. Yo me sorprendí. No sé si la nena pensó lo mismo que yo. Ella los contó, miró al hombre de mi edad y le dijo gracias un gracias muy sincero. No sé si la nena tuvo el mismo miedo que tuve yo de la respuesta del hombre de mi edad. Por suerte dijo de nada y nada más. 

Estación Uruguay. Línea B. Al volver a la superficie un calor insoportable. Otra vez el miedo escénico que aburre de tanto repetirse. Mucha gente camina hacia todos lados. Sillones en calle Corrientes cortada. Actos públicos. ¿Todo el mundo está esperando que toque Julieta Venegas? ¿Todo el mundo vino a comprar libros? Y sin embargo la sala donde presento todavía está llena de gente que presta atención a un locutor de televisión que presenta un libro de autoayuda. 

La presentación. Por suerte hay caras conocidas y caras amigas. Pero el miedo no da tregua ni un segundo. Dicen que muevo la pierna todo el tiempo. Yo sé que tomo agua todo el tiempo. Gracias a todos los amigos que fueron. Gracias a los presentadores, gracias a... Se abren las preguntas al público. Un hombre más grande que yo, más flaco y más cansado se para para retarme. Dice que no tengo que justificar que gané el premio. Que no me tengo que preocupar si la gente va a recibir bien la novela. Es lo que yo hago, me dice, y que le guste a quien le guste. Lo tratan de callar con otras preguntas. Breve discusión si Mar del Plata es una ciudad de provincia o es un baño de servicio de Capital. Todo termina. Se acerca el mismo hombre más grande y me abraza. Yo soy músico, dice, y una vez estaba tocando la viola y entra Piazzolla, ¿y sabés qué hice?, me lo imaginé cagando, y no sabés cómo toqué.

martes, 11 de diciembre de 2012




La primer regla de Burroughs es que no se habla de.... No mentira. Va por otro camino. Eso ya está escrito y filmado. Estas reglas tienen otra tonalidad:

Primer regla: Nunca des por nada

Segunda regla: Nunca des más de lo que tienes que dar

Tercera regla: Recuperar todo lo posible


"Las reglas de Burroughs" novela ganadora del concurso Laura Palmer 2012 se presenta en la librería del Centro de la Cooperación este sábado  15 de diciembre a las 20 hs en el marco de las actividades de La noche de las librerías por el autor junto al jurado que la eligió: Selva Almada, Daniel Kruppa, Federico Levin y Ricardo Romero.




domingo, 9 de diciembre de 2012


Hoy en la contratapa del suplemento de cultura del diario "La capital" publicaron los primeros capítulos de "Las reglas de Burroughs" que en Mar del Plata ya se consigue en Libros de la Arena y Polo Norte


Y el sábado 15 de diciembre vamos a presentarla en la noche de las librerías, a las 20 hs. en librería Antígona del Centro Cultural La Cooperación - Av. Corrientes 1543

jueves, 6 de diciembre de 2012


¿Por qué escribir en el blog? ¿Por qué no hacerlo en facebook? ¿En twitter? ¿En un cuaderno cuadriculado de poeta mediocre? ¿Que diferencia hay? Si todo es efímero. Si ya nada garantiza la lectura. Ni el papel ni el mundo es real. Papá Noel no es real. A pesar de la propaganda de los nenes que le hablan por teléfono para pedirle sus regalos en una interminable sucesión de golpes bajos. Nada es real. Todo es efímero. Lo escrito en facebook se mantiene unas horas en escena, en twitter minutos y en el mundo de los libros impresos todavía alguno se ilusiona que la circulación de mesas de saldos y ventas de usados le prolongaran la vida artificial a todo aquello que fue novedad. Y Papá Noel se muere más o menos en primer o segundo grado, en un recreo o un chiste de un tío malintencionao que ya no se aguanta la ceremonia de apertura de regalos. Lo que quisiera saber es por qué insistimos. Por qué repetimos hasta cansar a los demás en la autopropaganda del fb, o hacemos click en "me gusta" como monos que no pueden disentir. Por qué criamos a nuestros hijos en la mentira de Papá Noel. ¿Será que necesitamos que nos mientan? ¿Será nuestra la culpa de obedecer y nada más? Somos efímeros, sí, pero que también seamos sumisos debería, al menos, aburrirnos.

sábado, 1 de diciembre de 2012



Las reglas de Burroughs:


El mundo se deshace. Y se reinventa. Las sectas llegan a las ciudades. Al diario. A la televisión. A las redes informáticas. Y la sociedad se horroriza. No le gusta que le muestren lo que esconde. 

A la sociedad nunca hay que darle información sin ningún motivo, nunca hay que darle más de lo que quiere saber, y siempre hay que demostrar que lo tiene todo a su favor. Lo contrario es el miedo. Lo contrario es obligarla a pensar.

La sociedad (masa de gente que individualmente razona pero en conjunto obedece) es egoísta. Como egoísta es el escritor que acaba de publicar su última/nueva/primera novela. Lo único que le importa es su ego. En qué librerías se vende. En que vidrieras se luce. En que suplemento cultural lo alaban. Nada más. No le importa si sus colegas sufren en España, en el Conurbano Bonaerense o en el Gran Rosario. 

El escritor se aprendió de memoria las reglas de Burroughs, nunca regala nada, nunca da un centavo de más, y cuando llegue el momento, va a guardar todo lo que sus manos puedan agarrar, y que los demás se caguen.