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lunes, 25 de abril de 2011

Bar: Sueño con un avión. Con un viaje en avión. De vacaciones. A un lugar donde hace calor. Mucho calor. Sueño que conozco una mujer hermosa. Y que esa mujer hermosa tiene una casa hermosa muy cerca de la playa. Ahora bien, si el mozo no viene dentro de los próximos 2 minutos con la botella de cerveza que pedí, el sueño se va a desmoronar, el avión se va a caer en pedazos y la mujer se va a convertir en la dueña de este bar. El ruido de la botella sobre la mesa me sobresalta. Eso pasa por estar con los ojos abiertos pensando boludeces. La cerveza no me la trae el mozo. La trae la dueña del bar. La dueña fea y mal hablada que a veces, cuando me lleva a casa, borracho, se sube sobre mí y grita, mientras yo me quedo dormido.

domingo, 24 de abril de 2011

Bálsamo: La tía, cuando papá nos dejó, no nos habló por dos días. Cuando nos dirigió la palabra otra vez fue para decir que se había ido por culpa nuestra. Y otra vez no nos volvió a hablar por dos días. El tercer día, cuando volvió del mercado, nos preparó una rica cena y dijo que nos quería leer un cuento antes de dormir. Entró a la pieza con un libro en la mano (creo que era “el pirata negro”) y nos ofreció té. Lo probamos. Estaba muy caliente y ella se ofreció a mezclarlo con agua. Se enfrió, sí, pero el gusto a limón era insoportable. Entonces lo mezcló con una miel muy fina traída desde la China. Asquerosa. Desahuciada, acaso también impaciente, agachó la cabeza y se puso a llorar sobre el vaso. Las lágrimas cayeron todas en el líquido y nos las dio a probar. El sabor era tan agradable que nos peleamos para ver quién terminaba el vaso. Con alivio nos dijo que ahora se sentía menos culpable de envenenarnos. Al menos le había dado un buen sabor a nuestra muerte. Abrió el libro y empezó a leer. Creo que nos dormimos antes de terminar el primer capítulo.

lunes, 18 de abril de 2011

Artista: El paciente de la habitación 201 se levantó a mitad de la noche. Trató de llegar al baño pero no pudo. Vomitó de pie, junto a la cama. Su primer acto fue llevarse las manos a la boca, pero no lo hizo a tiempo y causó un efecto llamado “regadera”. Quiso dar un paso y resbaló sobre su propio vomito. Tuvo que apoyar las manos contra la pared para no caerse de cabeza, y todavía vomitó dos veces más antes de llegar al baño. El paciente murió esa misma noche. En la habitación podían verse las huellas de sus pasos, las marcas de sus manos en la pared. Si el hospital se hubiese derrumbado ese día y una era glaciar hubiese asolado el planeta, en 10000 años, quizás, alguien encontraría esas paredes y pensaría que esas manchas son pinturas, y estaría feliz de haber descubierto los indicios del primer artista de la historia.

domingo, 17 de abril de 2011

Alienígena: Perdió sus sistemas de comunicación al aterrizar. Para contactar a su raza se valió de lo poco que le ofrecía el planeta. Creó un tsunami en el oriente, un huracán en el Caribe, y nada. Nadie interpretó sus señales en el espacio. Sólo tuvo éxito cuando incendió toda África.

domingo, 10 de abril de 2011

Hoy empezó una nueva publicación en el diariom La Capital de Mar del Plata. En el suplemento de Cultura. Tiene por título "Alegorías, o todo lo contrario" y será darle una definición a determinada palabra o utilizarla como disparador de un cuento breve. Hoy se publicaron dos: "Agua" y "Arte". La primera es nueva. "Arte" había sido publicada en la revista digital prometheus en el 2009. Anexo la primera-------------------------------------------------------------------------------------------------------------Agua: ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------La escasez de agua es una mentira. Que en verano nuestra invasión, la invasión de turistas colapsa el suministro de agua en la ciudad es una mentira. Se nota en las calles. En los bares. En el aliento de las promotoras. Y lo que revela esta mentira es el olor. El olor desenmascara la conspiración. La cosa, de tan sencilla, sorprende. Se nos distingue de los marplatenses sólo con olfatearnos un poco. También con mirarnos, o tocarnos la piel. Nosotros olemos mal. A sal. A tierra. A arena. Nuestro pelo está duro. Seco. Pajoso. La piel curtida. Con marcas de sal. En cambio, los marplatenses huelen bien. Sus cabellos son delicados y su piel sedosa. No falta agua en la ciudad. Insisto, es mentira. Tienen un sistema complejo de distribución que nos limita el consumo mientras a ellos les garantiza abastecimiento y felicidad. Hay, en esta confabulación, un necesario pacto de silencio. Yo lo descubrí por casualidad. Por amor, se podría decir, ya que el amor es una de las formas más torpes del azar. Conocí a dos promotoras en un boliche y me enamoré de las dos. La decisión de cuál quedarme fue difícil. Pero lo que inclinó la balanza fue el aliento. La promotora marplatense tuvo a favor el resultado. Cuando le conté el motivo principal de mi decisión, no aguantó la risa. Ahogada, llorando de alegría, me confesó que siempre le pasa lo mismo con los turistas. Se enamoran no de lo que ven, sino de aquello que huele bien. A la mañana, cuando despertó y me encontró disfrutando del agua de su baño, enloqueció. Me encerró con llave y escuché que llamaba a su hermano. Le gritaba que se había revelado el secreto. Que tenía que venir a solucionarlo. Por el bien de la ciudad. No esperé que llegara el hermano con la solución. Me escapé por la ventana del baño. En la calle corrí en calzoncillos y descalzo, como cualquier turista. El problema es que el olor confundía. Era un turista que olía bien. Para despistar, tuve que meterme al mar, en la playa Varese. Ahora tengo miedo de salir del agua. Es un error haberme metido en el mar. Los guardavidas me miran de modo extraño. Me miran como si supieran. Una mujer chilla a mi lado. Grita como si se ahogara. Pero no se está ahogando. Está fingiendo. Los guardavidas corren hacia nosotros. En realidad, sé, corren hacia mí. No puedo huir. No puedo nadar más que ellos. Este es su mar. Su territorio. Como quisiera ser uno de ellos. Como quisiera no saber lo que sé.