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martes, 28 de junio de 2011

Fastidio:


Adán experimentaba consigo mismo. Eva lo miraba mientras comía y tenía una sensación extraña. Tenía un mundo por definir, y la sensación que experimentaba se confundía entre la admiración y el hastío. Pero no tenía un nombre para ese sentimiento. De pronto Adán dio un grito. Primero se había pinchado en el brazo y tras brotar la sangre se había vendado. Ahora se había pinchado el cuello, un poco por encima de la unión de las clavículas y no podía hablar porque el aire escapaba de ese agujero. Eva se paró, y para evitar que su hombre se desinflara, le inscrustó lo que tenía en la mano. Una nuez. Antes de introducir la nuez, ya había encontrado la palabra para expresar ese nuevo sentimiento.

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