Páginas - Secciones - Anexos - Extras -

jueves, 21 de julio de 2011

Gripe:

Este es un país pequeño, aunque no lo parezca. Y subdesarrollado, aunque no lo aceptemos. Por eso, cuando todo empezó, la mayoría de nosotros estábamos en nuestras casas, frente al televisor. El Gobierno dio el anuncio por la noche, en la franja que en televisión se conoce como “horario central”. El Ministro de Salud dijo que seguía las órdenes dadas por la Organización Mundial de la Salud. Al día siguiente nadie fue a trabajar. Algunos, protegidos con barbijos, guantes de látex y botellas de alcohol en gel, fueron a los mercados. Las góndolas se vaciaron en poco tiempo. Mientras tanto, todos esperábamos la llegada de esa primera noche para conocer la cifra de muertos. No hubo ninguna información. Y el silencio, lejos de tranquilizarnos, alentó la paranoia. Desde nuestro departamento podíamos ver una clínica. Casi nadie se animaba a concurrir a la guardia. Los que lo hacían, eran dejados en la calle por sus propios familiares. Dentro de la clínica veíamos a las administrativas, enfermeros y médicos, discutir. Si el paciente en la calle tosía, no lo aceptaban. Si después de un rato, lo veían bien, sólo entonces abrían la puerta. La segunda noche se reportaron los primeros muertos. Pero no fue por la enfermedad, fue por causas que los expertos admitieron como esperables y llamaron “efectos colaterales”. Linchamientos, agresiones entre vecinos, asalto a almacenes de barrio, oportunistas muertos por el gas venenoso que se ha instalado en los bancos después del último y violento asalto. La quinta noche, algunos empezamos a desconfiar. ¿Dónde estaban los muertos augurados? ¿Dónde se amontonaban los cadáveres apilados que la enfermedad iba a cobrarse? ¿Dónde ardían las piras de los infestados? ¿Dónde estaba el Gobierno? El séptimo día salimos a la calle. Con bronca. Fuimos a la Municipalidad. Y la prendimos fuego. Lo mismo pasó en la capital. Todo el Gobierno renunció y se llamó a nuevas elecciones. A la brevedad. Este cuento no debería tener moraleja, pero a los pocos días la Organización Mundial de la Salud emitió un comunicado diciendo que el mundo se había librado de la enfermedad, y pedía disculpas en los problemas que podría haber causado una alarma más que justificada.

1 comentario:

  1. Algo tenía que suceder, sí o sí, y si no sucede naturalmente, hay que provocarlo. ¿Querían cadáveres? Ahí tienen cadáveres.
    Recordá este episodio cuando llegues a la M y publiques la palabra "morbo".

    Marisa

    ResponderEliminar