Decir que la casualidad me llevó a este libro es falso. Casi todos
los libros nos llegan por casualidad. O todos. Aun los que pedimos
que nos regalen. Aun los que nos recomiendan con fervor. Es casual que
decidan hacernos caso en el regalo, y muchas cosas tienen que suceder para que
uno compre efectivamente el libro que le venden como una obra maestra. Ni que
hablar para que ese libro sea leído. Los libros en las mesas de saldo están
dentro de esa lógica. Todos los libros entran en esa lógica. Por eso es difícil
encontrar una respuesta. Por eso existe el lugar común: el libro me encontró.
Roberto Herrscher escribió Los viajes del Penélope,
donde cuenta su experiencia personal a bordo de un velero, el más antiguo, que
participó de la guerra de Malvinas. Hace más de un año que trabajo en un ensayo
sobre el mar y tengo un capítulo inconcluso dedicado a otro barco, el Bahía
Buen Suceso, que aparece muchas veces mencionado en este libro. La casualidad,
entonces, vendría a enmendar las falencias de un torpe investigador (quizás
torpe no sea la palabra justa, podría ser perezoso, la pereza se hermana más
con la inexperiencia). Estas historias de Malvinas siempre parecen atravesadas
por la maldad. Un pueblo que vitorea al Ejército, que se suma a una gesta que
denomina Patriota y que llama héroes y cuenta una historia de jóvenes que van a
sufrir hambre y frío sin saber por qué. El sin saber por qué parece ser el
destino final que busca siempre Argentina. Opinar tanto de tantas cosas nos
lleva a un silencio que se hace inaguantable. Mejor opinar antes que pensar. La
historia de Roberto Herrscher es en parte la historia de un conscripto de 19
años no puede escapar al destino de las islas por su condición bilingüe: es de
los pocos que puede hablar inglés. Mientras leía el libro –la historia de un
barco, que es la historia de la Patagonia y la Argentina– pensaba en el
silencio de las islas, en el silencio de la narración. ¿Hasta qué punto los
autores silencian u omiten? ¿Hasta qué punto el verosímil de la historia es más
importante que la inverosímil concatenación de hechos reales? Los otros
personajes, los otros tripulantes del Penélope, tienen un pasado breve. ¿Ninguno
tuvo que ver con la represión, con los desaparecidos? Quizás no, probablemente
no, pero es una pregunta que me resulta inevitable al acercarme a los relatos
de la época. Se lee contra los prejuicios, se lee contra el azar. En un momento
de la narración Herrscher da voz a un isleño, y ese parece ser su primer
contacto con la década y represión de los 70. Herrscher le pregunta qué
prefiere, si ser argentino o inglés. El isleño –su apellido es (era) Cockwell– no
duda. Prefiere ser británico. La respuesta es obvia, pero lo que inquieta es la
explicación. El isleño le habla de las torturas, de los desaparecidos y ensayo
un reproche a futuro: si entre ustedes, que son conciudadanos, que dicen amar
la misma patria, se tratan así ¿qué nos harán a nosotros?
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