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domingo, 4 de diciembre de 2011


Pesebre


Casi un año tardó mi madre en encontrar el control remoto del televisor. El control remoto desapareció un 6 de Enero. Se culpó a mi primo Joaquín. Se lo culpó a ciegas, porque él casi siempre tenía la culpa de todas las cosas que pasaban fuera de lugar. Si desaparecía un gato, si faltaba un paquete de galletitas, si alguien escondía los cordones de los zapatos, si alguien dejaba moscas muertas en las telarañas del baño, siempre había sido idea y obra de mi primo Joaquín. Por eso a él apuntaron los dedos acusadores y nadie se conmovió ante sus lágrimas de inocencia. Fue desterrado de nuestra casa en silencio. Y sólo para mi cumpleaños se lo invitó a volver. Ese fue el indulto. Pero no el perdón. El perdón le llegó casi un año después, cuando mi madre, un 8 de diciembre, encontró entre los pastos del pesebre y entre las estatuas envueltas en papel, el control remoto que ella había guardado junto con el árbol de Navidad.

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