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domingo, 4 de marzo de 2012


Superstición



El médico me llama a la puerta del quirófano. Aún tiene el barbijo alrededor de su cuello.
–¿Sabés lo que hizo tu viejo? –No me deja hablar–. Antes de entrar, adelante de todos mis otros pacientes, me preguntó:
–¿A qué hora me vas a operar? –lo puedo ver a mi viejo, con su pelo revuelto, cansado de tener puesta la sonda para mear, cansado en la antesala de su cuarta operación. Y lo puedo oír cuando el médico le responde que le faltan cinco horas–. ¿Tanto? Hacé una cosa, si se te muere alguno, me operás antes.
–Todos lo escucharon –se queja el médico–. ¿Vos lo podés creer? De colega a colega te pregunto –no me deja contestar–. Y cuando operaba al primer paciente, le toqué la renal y casi se me muere... Por suerte se salvó.
Imagino que mi viejo, cuando escuche la anécdota, ya sin sonda, ya aliviado, va a decir:
–Un médico no puede ser supersticioso.
–Te pido disculpas –le digo al médico.
–No hace falta.
Sí hace falta, porque mi viejo nunca lo va a hacer.

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