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domingo, 11 de marzo de 2012


Tetas

¿Cuál es el destino de una de las tantas cosas que enloquece a los hombres? Arriesgo dos destinos que leí hace poco. En su cuento Exteriores/Interiores del libro “Mil clavados” Natalí Tentori escribe:

“Las tetas de una abuela son una cosa majestuosa. Algo así como las colinas en las que reposa el castillo de Su Majestad. Mucho más que la piedra inaugural y que el castillo. Mucho más que las tetas de una madre. Y las tetas de mi abuela (el pilar del deseo lactante anudado a un cartelito de “aquí no es”) son las tetas del mundo. Nadie podría pensar que mi padre sólo tiene tres hermanos. Ellas parecen que hubieran amamantado a todos los huerfanitos después de Auschwitz”.

Antonio Tabucchi en “Pequeños equívocos sin importancia” pone en su protagonista una disyuntiva cuando el protagonista recuerda el sufrimiento ante un amor que nunca confesó. "Puede que no sea lo más oportuno ir a ver una mujer de la que se ha estado enamorado el día en que se disponen a cortarle las tetas” analiza el protagonista y recuerda que la esperó en el pasillo delante de los quirófanos: “Me habría gustado decirte: Magdalena, siempre he estado enamorado de ti, quién sabe por qué no he conseguido decírtelo antes. Pero no se puede decir algo semejante a una mujer que está entrando en un quirófano para una operación como esa” El protagonista recuerda que bajó al bar del hospital, se tomó diez aperitivos, se emborrachó (o casi) y se mareó, en ese estado salió del bar y se cruzó a un banco frente al hospital: “tuve que hacer esfuerzos por no presentarme ante el cirujano y decirle que no arrojara al crematorio aquellas tetas, que me las diera a mí porque quería conservarlas, y aunque dentro estuvieran enfermos no me importaba, porque siempre llevamos una enfermedad u otra dentro de nosotros.”

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