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lunes, 15 de octubre de 2012



Crónica de la creación del mundo /segunda entrega/

Dejaron de estar solos. Sin hablar, se agruparon. Se reconocieron semejantes de tanto ver sus reflejos en el agua porque les encanta estar dentro del estanque. Primero pasaban horas  enteras adentro del agua, sin mirarse, concentrados sólo en arrugar la piel de sus cuerpos. Creo entender que el cambio de apariencia les da placer. Les gusta verse distintos. Esto me hace querer darles un nuevo regalo: el don de envejecer. Porque así lo quieren, se arrugaran hasta casi perder sus formas y luego morirán, convirtiéndose en huesos y polvo. Si así lo desean, así lo tendrán.

Me preguntó si los habré creado de esta manera porque es la apariencia que más me gustaría tener; acaso sea esta forma de materia limitada la interpretación de mí ser que hago durante la soledad de mis sueños.

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