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sábado, 6 de octubre de 2012



Crónica de la creación del mundo (extracto)

Les regalé el fuego. Les recomendé precaución. Les dije que no lo usaran de forma indebida. Tuve que explicarles el significado de indebido. Después de mis palabras y de meditar, hicieron una hoguera que mantuvieron encendida con todo tipo de árboles, hojas y animales. Sólo miraron y se maravillaron o asquearon con el olor. 

Esa noche, uno de ellos, cansado de mirar el fuego, se metió en el río. Al salir sintió frío y entonces quiso calentarse dentro de esa luz cálida. Cuando lo sacaron del fuego estaba muerto. El incidente hasta ahí les explicaba el por qué de mi consejo sobre la precaución pero, en vez de abandonar su cuerpo y apagar el fuego, decidieron comerse al muerto. Les pareció delicioso. Rabioso hice llover y apagué la hoguera amenazando jamás volver a prenderla si se comían a otro de sus hermanos. Les expliqué que para eso están los animales.

Dos días después volví a darles el fuego. Comieron animales asados y me lo agradecieron con regalos de flores raras y cantando canciones que mezclaban risas y llantos. Comieron de una manera tan desaforada que quedaron inmensamente llenos y doloridos. Les expliqué que la ingesta desmesurada no es prudente. Tuve que explicarles también qué es ingesta, qué es desmesurada y qué prudente. Quedé agotado.


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