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miércoles, 9 de enero de 2013

Otra de zombis




¿Te acordás que ese verano no se podía respirar? ¿Te acordás o no? Un calor como nunca antes. La humedad, dijeron. Y los mosquitos fueron culpa de la humedad. Y los mosquitos fueron culpables de... Pero antes habían llegado esos bichos que algunos llaman alguaciles y otros helicópteros. ¿A vos cómo te gustaba llamarlos? O mejor dicho, ¿cómo pensás que se llamaban? Yo les digo alguaciles, y cuando era chico me tragaba la “l” "aguaciles". ¿Te acordás? Vos no podías decir pulpo. Decías “culpo”. Y no había forma de que aprendieras. Y yo decía "pupo", para no ser menos. Para mí era capricho. Para llamar la atención. Como los alguaciles, que daban vueltas por toda la ciudad sin hacer nada, para llamar la atención. Pero después vinieron los mosquitos y ahí sí que se armó. Al principio todos pensamos que la culpa había sido de ellos. Que ellos habían traído la peste. El armagedón zombi, como lo llamaron en los diarios. Pero vos sabés lo que yo sé. Que no fue así. Y aunque los zombis andan por todos lados y todavía algunos rezan para que esto sea sólo un capítulo malo y largo de la serie walking dead, vos sabés cómo empezó todo porque estuviste ahí. Y yo estuve ahí. Los dos lo vimos al tío Omar bajarse la milanesa con un cuarto de vino tinto y seguir tomando el resto de la botella hasta que llegó la sandía de postre. La sacaron de la heladera en la conservadora y la pusieron sobre la mesa de plástico en el pasillo del balneario. Todos pensamos que el tío no se iba a animar. Vos también lo pensaste, no digas que no. Por eso abriste la boca como hacen los dibujitos animados cuando dejan caer la carretilla hasta el piso, pero vos no decís carretilla sino maxilar inferior y no se cayó hasta el piso porque eso es imposible. Como también eran imposibles los zombis, no te olvides de eso. La cosa es que el tío se comió la sandía mezclada con el tinto caliente. Y no pasó nada. Hasta que alguien lo cargó. Creo que fuiste vos. O yo. No importa. La cosa es que alguien le dijo que no se iba a animar a meterse en el mar, y el tío, cabezón como vos y como yo, salió corriendo para el agua helada del Atlántico... Ya de verlo venir, caminando como si la arena fuera un campo con madrigueras de mulitas uno se daba cuenta de que algo no andaba bien. Ni cuando se prendió al cuello de la tía, ni cuando le mordió la pata al carpero amagamos a hacer algo, pero cuando la tía se tiró encima de una vecina y el carpero atacó a los nenes de los Carrizo entonces sí que nos dimos cuenta que tantas horas mirando películas de zombis no habían sido en vano y salimos corriendo hasta esta cloaca donde estamos encerrados hoy, conocedores vos y yo, de que la plaga no empezó con los mosquitos, sino con el viejo mito de mezclar ciertos elementos en la naturaleza que no deben ser mezclados y después meterse al mar, como si nada. Lástima que nadie nos creería si contamos nuestra historia, como hace unos días nadie creía en los muertos vivos.


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