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martes, 26 de febrero de 2019





En alguna parte leí que no podemos dejar de engendrar un contenido previsible si leemos lo mismo que todos leen. La ausencia del recuerdo, la imposibilidad de la evocación funcionan en este caso como una realidad y no un recurso literario. Desearía recordar dónde, en qué libro, en qué página leí esa afirmación tan incómoda. La colección Lectores, de editorial Ampersand, contiene libros que apuntan en esa dirección: ser leídos por todos, en simultáneo, con urgencia, con placer. Son libros sobre libros, sobre la lectura. Tienen el efecto que parecía solo destinado a las series televisivas de moda, salen más de uno a la vez y aun así ya esperamos la próxima entrega con ansiedad. Casi imagino una maratón de lectura. Entre los títulos que ya leí –no los leí todos, ni los que sí siguieron un orden lineal– quizás Los libros y la calle, de Edgardo Cozarinsky, sea el que menos marqué. No por la calidad del libro, me apuro en aclarar, porque tiene puntos altísimos: que valga por ejemplo el párrafo donde Cozarinsky recuerda que en los libros de su infancia estaba ausente la sexualidad. No, el motivo de la ausencia de marcas se debe más a la experiencia que se cuenta: cada libro y cada librería es una anécdota y un instante de reflexión, cada página es un parte de la vida perdida y de la obra del autor. Cozarinsky recuerda lo que yo no pude recordar al inicio de este párrafo. Es un libro de un autor para sí mismo y sin embargo, este libro ajeno me lleva a la reflexión más importante con la que me enfrenta la colección hasta ahora. Cozarinsky recorre la Buenos Aires de su pasado –también Londres– y al nombre de cada librería que visita le agrega, con el mismo grado de importancia, el nombre de su dueño. Cada librería representaba una persona, una vida, cada librería era una marca, un estilo, una forma. ¿Qué es entonces El gran pez? En la librería que abrimos hace poco más de dos años trabajamos cinco personas. Cuatro socios y una socia. Cinco estilos, formas, gustos y preferencias totalmente diferentes. Los lectores que se formen hoy, que compren ahí, ¿a quién de nosotros recordarán? ¿A todos? ¿A ninguno? ¿Será simplemente el recuerdo de la librería? Un gran pez que da por nombre a un local pequeño, abarrotado de libros, adaptado al clima de la ciudad: caluroso en verano, frío en invierno, sosteniéndose en medio no solo de políticas que no favorecen a los libros sino también de gustos que tienen más que ver con las pantallas de la era digital. Y también, a riesgo de la elegía, a riesgo de no sonreír pensando "que lo mejor está por venir", acaso la pregunta más importante es cuál será El gran pez que nosotros mismos recordaremos.








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