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domingo, 5 de febrero de 2012

Sexualidad


Pasaban meses sin tocar tierra. Con suerte, conseguían abordar una goleta en altamar; sin suerte, debían abastecerse en alguna isla desierta o en un puerto con poca milicia. Incluso en tierra, la mayoría del tiempo los piratas estaban rodeados de otros hombres. Ni que hablar durante la navegación: las mujeres traían mala suerte mar adentro. Incluso preferían encontrar una nave repleta de enfermos antes que mantener a las mujeres que apresaban en sus piraterías. Luego de violarlas, las tiraban por la borda sin piedad ni misericordia. A veces ni siquiera las violaban. Los escritores fueron quienes cambiaron la historia de los piratas. No todos los escritores, sino aquellos que nunca navegaron y crearon con sus palabras una leyenda de romanticismo alrededor de los bárbaros. Los escritores que fueron verdaderos marinos no hablan de amor. Ni Conrad, ni Mellvile lo hacen. Los otros crearon al bravo filibustero que dejaba conquistar su corazón por una mujer enemiga. Así el Tigre de la Malasia recorrió con distinta suerte las costas de Borneo tras su amada Mariana. Así, los piratas pasaron de los libros al cine y fueron cada vez más cuidadosos de su imagen y sus amores. Pero la realidad fue otra. Muy distinta a las novelas de aventuras de nuestra infancia. ¿Qué sería de estos hombres hoy? ¿Qué pensarían de las leyes de unión civil en tierra? ¿Volverían al mar después de saber de su existencia?

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